Recuerdo tantas cosa que vivíamos en la aldea: el amor, los amigos, las diversiones. Era una vida en la que no hacía falta que fuera un día de fiesta para organizar una; bastaba con que en un día cualquiera un mozo sacara la gaita y las mozas la pandereta, para que pasáramos una tarde en la que con una buena pandeirada y una foliada todos nos pusiéramos a bailar.
Los mozos a lucirse con sus mejores puntos y las mozas, aunque moviéndosenos los pies, debíamos esperar a que alguien nos sacara a bailar.
Así nos enamorábamos, bailando… Hay que recuerdos aquellos esa es la verdadera Morriña, cuando tantas veces con nuestra mente pudimos volver hasta la vieja aldea y casi acariciarla, casi tocar la puerta que algún día cerramos para partir, aunque con el cuerpo seguíamos tan lejos de ella.
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